Por el modo en que el tono y las palabras elegidas hacen que la acción –en el fondo, intensa- discurra con una calma lo bastante engañosa como para dotar de más fuerza al final, podría decirse que David Foenkinos escribe suave, que es de lectura agradable, que te embarca en los primeros capítulos casi como quien te cuenta una fruslería y conforme pasan las páginas te ha sumergido en una historia interesante sin que te des cuenta.
El argumento, una trama aparentemente «blanca» para llegar a un desenlace que opera como imán, invita a reflexionar sobre la mercantilización de todo, comenzando por algo tan en teoría elevado como lo literario (y, en la práctica, tan prostituido), y sobre hasta qué punto conocemos o no a las personas con las que compartimos la vida. También, además, se dan unos cuantos e interesantes datos sobre el presente del libro que seguramente sorprenderán a los simples lectores; aunque no se indican las causas por las que se ha llegado a la situación actual –demasiadas y complejas- resulta interesante verlo expuesto desde la perspectiva desapasionada de un autor como Foenkinos, que no necesita explicar –como sí hacen casi todos venga o no a cuento- por qué no es un best seller.
La novela, que es la historia de otra novela, hace reflexionar sobre el concepto de éxito, que tantas personas, incluyendo los escritores (que se supone que estiman su intelecto) vinculan a las ventas prefiriendo el éxito mercantil al mérito literario. Esa reflexión se produce por una doble vía: se nos cuenta el éxito mercantil de una novela fundado no en su contenido sino en las vicisitudes sufridas para llegar a la imprenta y, paralelamente pero en sentido inverso, se nos muestra cómo a alguien a quien nada le importaron las ventas se le atribuye un éxito póstumo... también mercantil; triste paradoja para quien no buscó ni la fama ni ese éxito y sí la satisfacción de hacer las cosas bien. En resumen, La biblioteca de los libros rechazados muestra el modo en que el éxito literario (escribir una buena novela) es utilizado por otros para obtener un éxito mercantil que es el que acaba dotando de «sentido» (en esta sociedad, se entiende) al primero, hasta tal punto que lo que más interés despierta no es la excelente novela del difunto, sino la personalidad de quien renuncia a lo que todos sueñan: la fama.
El protagonismo no corresponde a los personajes, sino a las situaciones. Foenkinos desarrolla el argumento a partir de la confluencia de diversas historias en torno a un hecho central. Un bibliotecario ya fallecido creó, a similitud de otra norteamericana, una «biblioteca de los libros rechazados por editoriales». Libros abandonados allí por sus autores como una suerte de homenaje póstumo o entierro de los seres amados a los que nadie más quiere. Una editora joven y con proyección, de visita al pueblo de sus padres, acaba en esa biblioteca acompañada de su pareja –un escritor fracasado- y encuentran un manuscrito que consideran una obra genial. El autor es un pizzero fallecido poco antes, y esa historia, la del pizzero que abandona una obra genial porque nadie la quiere, se convierte en un recurso publicitario de tal envergadura que el libro se convierte en el más vendido de Francia.
El fenómeno editorial es tan grande que muchas vidas se convulsionan. La de la viuda y la hija del pizzero, que nada sabían de su vocación literaria y se ven obligadas a preguntarse hasta qué punto han conocido a la persona con la que han compartido la vida y, en el caso de la viuda, a enfrentarse a sus últimos días con la sensación de no haber sido consciente de la vida pues la puso en manos de alguien que ha resultado ser un desconocido; también, claro, el éxito y el dinero les traen importantes consecuencias, como también le ocurre a la descubridora del libro, a la bibliotecaria que sucedió al fundador de la extraña biblioteca, a algún otro caballero que le da por llevar allí sus manuscritos y también a un crítico literario antaño poderoso y ahora venido a menos y a su pareja. Un crítico empeñado en demostrar que Henry Pick, el pizzero, no es el autor de esa novela.
¿Lo es o no? Ese es el leitmotiv de la historia ideada por Foenkinos. Como puede comprenderse, la gracia no es averiguar si lo es o no, sino determinar, en caso de que Pick no lo sea, quién fue el verdadero autor. Sea quien sea, incluso aunque sea Henry Pick, será una sorpresa para todos. David Foenkinos se cuida mucho de cerrar puertas desde el principio a las elucubraciones más evidentes, lo cual hace que el final de la novela se lea con avidez.
Una novela interesante y que, por ese tono suave al que aludía al principio y por el final (que a mi juicio es lo de menos, aunque sorprende), parece más destinada al entretenimiento que a la reflexión. Pero a mí me ha hecho reflexionar, y mucho, a la vista de las barbaridades que para vender libros he visto hacer en los últimos tiempos a un par de personas, alguna de ellas supuestamente sensata. Una gran denuncia del «todo vale».