Dejen todo en mis manos (1998) es la
última de las tres contenidas en el volumen de Alianza Editorial titulado Nick
Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo y otras novelas,
de Mario Levrero. Es, también, la novela más “normal” de las tres. Y es, sobre
todo, una gran novela breve.
El narrador,
que habla en primera persona, es un escritor que acude a su editor en busca de
un anticipo de su última obra. La cual es calificada como tantas otras: “muy buena, pero...” La consecuencia es
que el protagonista está con una mano delante y otra detrás. Por eso no duda en
aceptar el trabajito que el editor le encarga: localizar al autor que le ha enviado
cierto genial manuscrito. Y es que la editorial ha recibido una obra maestra,
pero solo tienen dos datos para localizar a su misterioso autor: el lugar que
consta en el matasellos, y el nombre con que firma: Juan Pérez. Como si hubiera
pocos Juan Pérez en el mundo.
Así que el
protagonista coge un autobús y se larga a la población del matasellos, una
pequeña localidad de interior, donde se aloja en un hotelucho. No tarda en
contactar con Juana Pérez, hermosa mujer que se saca un sobresueldo como
prostituta, y de la que queda prendado entre otros motivos porque “el amor es
el recurso supremo de los ociosos”, y el caballero no tiene mucho que hacer en semejante
lugar.
La soledad,
los palos de ciego, la forma en que se evapora el dinero, van acelerando el
proceso por el que el escritor, que ha ido allí buscando a un autor, siente la
necesidad de encontrarse a sí mismo, de darle un sentido a su conducta, y es
precisamente la renuncia a hacerlo, por incapacidad, lo que precipita el final
de la novela.
Pese a estar
en el mismo volumen que Nick Carter...
y La Banda del Ciempies, Dejen todo en mis manos nada tiene que
ver con ellas. Ni en el argumento, ni en el tono. Y tampoco en el humor, aquí mucho más espaciado, más
sutil y vinculado a la opinión que el protagonista tiene de sí mismo, un humor
casi al margen de la historia.
Una obra muy
bien escrita, entretenida, no inocente, y que se lee de un tirón.
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