Comento
la segunda novela que protagoniza la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, antes, lo confieso, de haber leído la
primera, Entre dos aguas.
Cornelia
es una policía de Frankfurt que
ronda los cuarenta, hija de padre alemán y madre inmigrante española,
gallega, ambos de escasa cualificación y obreros
de la industria alemana. Lo señalo porque todo es importante: Cornelia está
en esa edad donde ya se tiene la experiencia suficiente para saber que pocos
sueños se cumplen aunque, a la vez, todavía tiene tiempo por delante para
rectificar algunos errores si está dispuesta a asumir el coste de la
rectificación, que suele pasar por zanjar ciertos desaguisados familiares -que
en este caso parecen traer causa en la novela anterior, aunque no hace falta
haberla leído-; las costumbres inculcadas por su madre hacen de ella, además,
un personaje simpático para el lector español, por reconocerse en algunas de
ellas y porque hacen de la comisaria un bicho ligeramente raro en Frankfurt, lo
cual provoca cierta solidaridad (aunque, por otra parte, en una ciudad con
abundante población extranjera la “rareza” es la norma). Y, por último, los
orígenes laborales de los padres le dan por una parte el orgullo de haber prosperado y, por otra, la sensatez que adquiere quien todo se lo ha ganado trabajando. Estos
son los factores que determinan su personalidad. Todo ello nos conduce a una
persona abierta, algo cabezota, trabajadora y más segura de sí misma que de los
demás; con sus miedos, sus cabezonadas y su orgullo tendiéndole zancadillas con
más frecuencia de la que desearía.
Aunque su responsabilidad son los
homicidios, mientras están investigando el supuesto asesinato de una prostituta
del este Cornelia recibe un encargo de su jefe: husmear qué está ocurriendo en
una agencia de publicidad que ha recibido varios anónimos antes de culminar la
fiesta con una bomba falsa. El trabajito parece más relajado que complicado, y,
por momentos, la presencia de Cornelia en la agencia parece un despliegue
desproporcionado; como si le hubieran dado ese trabajo para que se entretuviera
en algo. Esta forma de actuar permite a la autora ir presentando a
los distintos personajes, e informar de que la agencia estaba a punto de
conseguir el contrato de su vida, por el que hay serias disputas. En esto y en
el asunto de la prostituta, que parece un “tema menor”, se va casi la cuarta
parte de la novela, y reconozco que este trecho se me ha hecho un poco largo,
aunque no demasiado, porque la acción parece estancada.
Todo cambia, sin embargo, cuando
aparece asesinado uno de los principales responsables de la agencia. A partir
de aquí la novela da un vuelco, la información previa comienza a tener
utilidad, y la historia coge un ritmo que acelera poco a poco hasta el final.
La novela es de intriga, no de
acción. Por tanto hay cierta introspección y frecuentes elucubraciones que
ayudan, sin resultar reiterativas, a que el lector tenga presente en todo
momento los datos relevantes. Pero solo con personajes dándole vueltas a la
cabeza es complicado hacer una novela de estas dimensiones, y por eso el jefe
tiene la idea de crear un equipo bicéfalo, con Cornelia, un tal Junker y los
chicos de una y otro. Huelga decir que ambos no pueden verse. Es un recurso
frecuente en la literatura y en el cine: hacer convivir a quienes se aborrecen
siempre da juego. Cómo terminan ambos, de entre todos los finales posibles, lo
sabrá quien lea la novela. A la vez, como cada uno es de su padre y de su madre
y cada uno está en una etapa profesional completamente diferente, la relación
de cada cual con cada uno de sus colaboradores es muy distinta.
Y
esas relaciones debemos verlas a la luz de una de las cosas que más
consistencia da al conjunto: Cornelia no es un robot, sino una persona incapaz
de hablar con alguien, de interrogarlo o de preguntarse por su vida sin sentir
una corriente de simpatía, antipatía, temor, desprecio o lo que sea, por más
que se fuerce a sí misma a ser imparcial. Las relaciones entre las personas se
basan en esas primeras impresiones, en la inconsciente tendencia a completar, y
en la forma en que el posterior conocimiento nos obliga a rectificar y a
afrontar los errores, y eso sustenta la novela de forma mucho más sólida de lo
que la trama por sí sola permitiría.
Una obra entretenida en lo que de
intriga tiene (no se sabe el desenlace hasta el final, por más que haya ideas
que desde el principio el lector tiene muy claras, de la misma forma que hay
algunas otras que despistan), y que, por lo que de humano tiene Cornelia, resulta
hasta divertida.
En resumen: pienso leer las otras novelas de la serie.
En resumen: pienso leer las otras novelas de la serie.
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