Cuando
hay un céntimo por medio pocos son los editores que respetan la voluntad de
ningún autor. La codicia puede más que el respeto, la memoria y quizá que la
amistad. Lo digo porque Andrea Camilleri anunció varios años antes de morir (y
se repitió hasta la saciedad) que tenía preparada la novela –a publicar tras su
muerte- que daría fin a su personaje,
Salvo Montalbano; y, una vez que Camilleri falleció y esa novela (Riccardino)
se publicó, todos los lectores, con pena, dimos por finiquitado al comisario de
Vigàta.
Es lo que
había querido su autor. Y el destino que dio a Montalbano obliga a pensar que
no quería verlo de nuevo por el mundo. Y por algo mató Cervantes a don Quijote.
Aunque La
conciencia de Montalbano contiene seis relatos que de una u otra manera habían
visto la luz en vida de Camilleri (cuatro en antologías de su editorial
original, otro en una edición no venal para Unicredit y el sexto como
colaboración en fascículos en un nuevo proyecto periodístico), no formaban
parte de la colección «oficial», por lo que la mayoría de sus lectores no los conocíamos.
Su aparición ahora en ella, después de la publicación de Riccardino, no sé si
es una traición a la voluntad del autor o, simplemente, tomársela a pitorreo.
O tomarse a pitorreo a los
lectores.
Me
permito conjeturar que, por razones mercantiles, ningún editor quería dejar
pasar demasiados años entre la muerte de Camilleri y el anunciado libro que
pondría fin a Montalbano, y que una vez hecho esto se están apresurando a explotar
cuanto resto encuentran.
Para los
devotos de Camilleri, como yo, ha sido un dilema optar entre la fidelidad al
autor y la fidelidad a su personaje. El modo en que yo lo he resulto está
claro: he leído el libro. A fin de cuentas, me había familiarizado con
Montalbano, no con Camilleri, pero este circo me hace sentir mal. Como un vil
traidor.
El lector
que no vaya a ser fiel al deseo de Camilleri, y que no haya leído aún Riccardino,
puede, dentro de esa infidelidad, ser más fiel a la memoria de Camilleri de lo
que yo lo he sido. ¿Cómo? Leyendo La conciencia de Montalbano antes que
Riccardino. ¿Cuánto antes? Poco, porque si bien es cierto que el primer relato
está situado –por referencias musicales- en la década de 1980 (lo cual, por
cierto, no concuerda con la edad del comisario en el resto de la saga) los
restantes tienen lugar cuando el personaje anda por los cincuenta y muchos; es
decir, próximo al final de la serie.
La
edición incluye una nota con el origen de los relatos, situando su aparición,
si no recuerdo mal, entre 2007 y 2018. Sin embargo, el primero –que transcurre
temporalmente en los años 80- se distingue por su redacción, algo torpe y
prolija comparada con el conjunto de la obra; ese dato y que la acción pueda
fecharse cuando he dicho permite sospechar que quizá Camilleri lo tenía
redactado bastante antes de su publicación en 2013.
Ese
primer relato comienza con el descubrimiento de un muerto, aparentemente por
sobredosis, en la playa de Vigàta.
El segundo aborda los
problemillas de un bodeguero para pagar el pizzo a la mafia.
En el tercero, homenaje a Hitchcock
y escrito para poder ser publicado en pequeñas partes, Montalbano está en Roma
y, por una vez, sigue siendo él mismo a pesar de estar fuera de su ambiente. Su
afán de meter las narices en todo le hace cotillear; y, el cotilleo, le hace
investigar.
El cuarto es un pequeño
divertimento, sin investigación propiamente dicha, que gira en torno a la plaga
de invitaciones a cenar en Nochevieja recibidas por Montalbano, y el modo en
que intenta escaquearse de cuanto no le interesa.
El quinto gira en torno a una
infidelidad y un «no delito», y en cierta medida es, como el sexto (que sirvió
de base a una de sus novelas y es una versión reducida de la misma) una novela
pequeñita. En la primera se ventila un robo y en la segunda un asesinato.
Con la excepción del primer
relato, que parece redactado en otro momento, todos los demás son puro
Camilleri: diálogos ágiles y acción expeditiva, si bien, posiblemente por las
razones de su redacción, quizá haya un exceso de sobreactuación en las manías
y rarezas de los personajes. Al fin y al cabo, como iban de invitados, debían
hacer lo que de ellos se esperaba.
Y esto es cuanto tengo que decir sobre la aparición del fantasma de Montalbano.
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