Mayúsculo novelón que, en esta edición y por obra de Marta Rebón, es la primera traducción del ruso al español. Las anteriores ediciones habían sido traducciones del italiano, debido a que la novela vio la luz en 1957 en Italia. Por su carga crítica, hasta 1988 fue imposible publicarla en la Unión Soviética.
El doctor Zhivago es una novela que, por su grandeza, entronca con los grandes clásicos del siglo XIX. Narra la peripecia vital del protagonista, Yuri Zhivago, en un entorno histórico que cambió para siempre la vida de generaciones enteras y la historia de Europa y el mundo. Un entorno tan avasallador que el individuo se transforma en un pelele cuya vida no vale nada; quién has sido, quién eres o qué suponga alguien que quieres ser puede hacer de ti una cosa o la contraria en función de dónde estés o de quién tengas enfrente. Aunque en ese sálvese quien pueda, si es que alguien puede, la vida se abre paso y en medio de la tragedia, prospera una historia de amor dolorosa, terrible y hermosa.
El entorno histórico es, como he dicho, de una intensidad monstruosa: los aires de cambio impulsados por las diferentes teorías sociales surgidas en el siglo XIX a raíz de los monumentales cambios derivados de la industrialización están en el origen de la Primera Guerra Mundial, en la que desaparecieron buena parte de los sistemas totalitarios europeos. En Rusia, en medio de esa guerra a la que había entrado desde un sistema totalitario, tuvieron lugar varias revoluciones; la primera, unos años después del comienzo de la guerra, la de febrero de 1917, supuso la abdicación del zar y la instauración de un régimen de inspiración liberal (con dos gobiernos en pocos meses). No consiguió satisfacer a casi nadie, ni tuvo tiempo de hacerlo, y como para muchos ese cambio se quedaba corto y creían llegado su momento, la convulsa situación desembocó en la revolución de octubre, que a su vez desencadenó una guerra civil en un territorio gigantesco y la aparición, allí donde se asentaba la revolución, de un poder tan teórico e ideologizado sobre el dogma de la existencia de un sueño colectivo –la dictadura del proletariado, la colectivización de la vida económica y el poder de los soviets (consejos)- que en realidad era un poder fanatizado que negaba la individualidad hasta el punto de arrebatar la vida a quien pretendiera mantenerla. Ese sueño colectivo –proclamado, pero de imposible existencia- chocaba con la realidad aplastando a quienes encontraba en medio; por ejemplo, ¿cómo garantizar alimentos si de un día para otro los propietarios de la tierra la pierden y el comercio se prohíbe? ¿Y quién estaba en medio? La población. Y, por supuesto, Yuri Zhivago.
Borís Pasternak (1890-1960) |
Una epopeya en la que la historia acaba arrasando a las personas, a las que convierte en espectros irreconocibles para ellas mismas y hasta para los suyos, pero en las que el mensaje de Pasternak, crítico con la guerra y el bolchevismo (crítica limitada a la exposición de hechos, por cierto) por cuanto suponía de anulación del individuo, hace que, pese al aparente triunfo de la historia colectiva sobre la individualidad reivindicada por el autor, esta última transcienda a través de una historia de amor, la de Yuri y Lara, tan bonita como amarga. Un amor no buscado; no querido, un amor al que se resisten por fidelidad a unas relaciones también machadas con las circunstancias; pero un amor necesario y al que, en última instancia, se rinden porque ya no tienen fuerzas para más; luchar contra él no sería luchar por los suyos, sino luchar por la nada. Cuando nada te queda, cuando ni siquiera te dejan ser quien eres, amar es el único modo de sobrevivir. Aunque el amor, las circunstancias mandan, tampoco es para siempre.
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