He aquí un libro para leer en
invierno, con mucho frío, cuanto más mejor, para que así sea más sencillo
ambientarse. Y en que en Un frío de
muerte hace mucho. Hasta 19 bajo cero llegan a marcar los termómetros en la
imaginaria estación de esquí española donde transcurre casi toda la acción; una
estación peculiar, por su cercanía al mar, aunque
todos los escenarios son ficticios.
La historia comienza con una
protagonista, médico de profesión, hasta las narices de su pareja, un conocido
periodista. Tan harta está que se marcha a la ciudad pensando en la separación,
pero en pleno viaje se topa en la carretera a un tipo de lo más maltrecho. Lo
sube al coche, y acaba curándolo en casa. El hombre es un jugador de baloncesto
ruso que milita en el equipo de la ciudad, también imaginaria, que completa el
marco de la novela. Y ocurre, además, que uno o dos días después es asesinado un
directivo del club de baloncesto. Tanto el jugador como la médico deciden
entonces hacer de detectives.
Este es el planteamiento. El
desarrollo transcurre entre las idas y venidas de la ciudad a la estación, y en
medio de los intereses de los aspirantes a presidir el club, lo que facilita la
aparición de un buen número de personajes bien posicionados socialmente;
algunos de ellos, incluso, viajan habitualmente en helicóptero. La trama
principal se mezcla con las cuestiones afectivas (¿qué ocurre con la
protagonista, su pareja, el jugador y la novia de este?) y con hechos que
pueden ser interpretados de diversas formas con consecuencias muy distintas.
¿Cómo acaba todo? Lo sabrá quien lea esta original historia.
Y ya que la cito, la originalidad
se basa en tres elementos:
-Lo pintoresco de los detectives:
un jugador de baloncesto ruso y una médico española. Ni que decir tiene que sus
posibilidades de investigación se basan en la observación, los “interrogatorios
disimulados” y, sobre todo, en darle muchas vueltas a la cabeza, amén de alguna
que otra aventurilla arriesgada. Esto, en algún momento, genera cierta
reiteración, aunque perfectamente asumible. Eso sí: el jugador no es el
deportista al uso; se trata de un hombre más cultivado de lo normal; además,
tiene una osadía un tanto inconsciente que viene bien a la novela y que da
encanto al personaje, haciendo de él un tipo tan afable como desconcertante.
-Lo poco habitual del entorno. Ni
las estaciones de esquí ni los equipos de baloncesto (y menos todo mezclado)
son paisaje frecuente en las novelas negras. El conjunto ofrece una “estética” atractiva
y difícil de olvidar: paisajes blancos y tipos largiruchos. Parece una cuestión
menor, pero no es ninguna tontería. Hay novelas que se recuerdan por sus paisajes
(se me ocurre, por ejemplo, Zapatos italianos, de Mankell), y esta es una de
ellas.
-La adaptación de la acción al entorno. Es quizá lo más
complicado de explicar, porque no hay dos estaciones de esquí iguales y, por
tanto, a veces resulta complicado imaginar cómo pueden darse según qué
situaciones. Esto me ha despistado un poco, pero no porque interfiera en el
desarrollo de los acontecimientos, que en una novela son los que dice el autor
y no otros, sino porque (mea culpa) siendo muchas estaciones de esquí entornos
muy atípicos y con circunstancias tan cambiantes que pueden pasar de lugar idílico
a infierno en cuestión de pocos minutos, o de pocas horas, no he podido dejar
de preguntarme, condicionado por poco que sé de estos sitios, hasta qué punto
pueden hacerse o no, o en qué condiciones, ciertas cosas. Y estas reflexiones
despistan un poco, aunque también es cierto que por otro lado ayudan a meterte
en la historia, pues no dejas de preguntarte cómo pueden haber ocurrido ciertas
cosas y, de alguna manera, comienza uno a darle vueltas a la cabeza tal y como
hacen los protagonistas. Dicho de otra forma, el lector se enfrenta a dos
problemas: lo que sabe o no sabe sobre estaciones de esquí (que condiciona su
visión), y (de esto seguramente el lector es menos consciente) lo que saben
o no saben de ese tema los protagonistas cuando se ponen a elucubrar en voz
alta.
La primera mitad de la novela (el
45% en concreto, porque está en formato electrónico), me la ventilé muy
rápidamente, lo que prueba el interés que despierta. Luego sufrí un pequeño
parón de un día o dos debido al poco tiempo que pude dedicar a leer, pero
cuando enfilé el último tercio ya no la dejé. Y es que Un frío de muerte mantiene hasta el final la incógnita. Y no solo
eso, la autora, poco antes de acabar, se permite una pirueta (que no voy a
desvelar para no chafar la historia) que opera en el lector como una montaña rusa.
En resumen, una novela negra
original y entretenida, de las que dejan huella tanto por lo peculiar de los personajes
(sobre todo el jugador) como por el paisaje, y que además solo me costó algo más
de dos euros y medio en Amazon.
A mi tambien me ha gustado mucho esta novela las dos veces que me la he leido. Ademas, la autora sabe mantener la intriga en torno a los protagonistas practicamente hasta la ultima palabra asi que estas deseando seguir leyendo para enterarte de cosillas. Que cotillas somos xD
ResponderEliminarToda buena novela negra debe estimular y encauzar el "espíritu cotilla" del lector ;-P
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