Me leí este libro en
cuatro días. Dadas sus dimensiones, eso significa que me gustó. Y mucho. Es una
historia singular, de las que se recuerdan muchos años después
de haberla leído.
Posiblemente lo mejor es
el principio, el primer tercio o la primera mitad; la historia es, hasta ese momento, tan dura que deprime. Luego no sé si porque hay un ligero cambio de tono, o
porque ya estás acostumbrado, todo se hace más llevadero.
Sin embargo, más que
pensar en el libro en sí, me ha dado por hacerlo de este libro y de otros que
he leído del mismo autor: Las
intermitencias de la muerte y El
evangelio según Jesucristo. Me centro en “la ceguera” y “la muerte” porque
los paralelismos son mayores. En ambos casos hay cosas geniales y otras que me
han dejado con la miel en los labios.
Los dos casos parten de
una estructura común: plantear un hecho
insólito (la ausencia de muerte o una epidemia de ceguera) que afecta a alguno de los sentimientos
básicos de las personas (el miedo a la muerte o el miedo a la ceguera); a continuación, a ese hecho insólito se le
aplica la lógica más absoluta para construir un mundo “lógico” sustentado en un
hecho ilógico. Con eso se consigue sacar a relucir los verdaderos valores
del ser humano –buenos y malos, y, entre ellos, fundamentalmente, el afán de
supervivencia-. Sin embargo, tanto con un libro como con el otro siempre he pensado que
estos temas dan para más, que cualquiera de ellos podría justificar no “un
libro excelente” sino “el libro” sobre el ser humano. Me viene a la cabeza
ahora mismo –igual me estoy pasando- que Saramago, haciendo esto, no ha sido
original (y hay más antecedentes): el Quijote es exactamente lo mismo: la razón
enfrentada a lo irracional, con motivo de lo cual salen a flote cuanto de bueno
y de malo hay en las personas (aunque el Quijote sea más divertido y a al vez profundo),
si bien, obviamente, las sutilezas no pueden ser las mismas cuando a los
personajes –como hace Saramago- se les enfrenta a situaciones tan extremas.
Pero en ambos libros
–“ceguera” y “muerte”- la historia pronto toma una deriva que la aleja de su
origen para centrarse, poco a poco, en una especie de “trama” que a veces, por
sus tintes casi cómicos –sobre todo
en el caso de “la muerte”- da una impronta muy personal pero, a la vez,
contradictoria con el comienzo... salvo que se tenga una visión del ser humano
como un bicho esencialmente ridículo, obsesionado consigo mismo hasta el punto
de no advertir su infinita pequeñez.
En todo caso, que la
historia apunta al ser humano queda demostrado porque ni aparece un solo nombre
en toda la historia, ni de personas ni de lugares.
En cuanto al final... sin
duda era el más sencillo y el único no aterrador o no totalmente
desesperanzador. Otro final, además, hubiera dado la impresión de dejar todo a
medias, salvo que hubiera sido apocalíptico.
En todo caso, un clásico moderno.
En todo caso, un clásico moderno.
Estoy de acuerdo en casi todo lo que dices, lo que el "Ensayo sobre la ceguera" se me hizo, ya no duro, sino muy largo. ¿Has leído de Saramago "Todos los nombres"? Para sumar a la "ceguera" y la "muerte" el tema del "amor"... Un libro más modesto, quizás sin tantas pretensiones como el de la ceguera pero entrañable a más no poder. En mi opinión, una de las historias de amor más sobrecogedoras que he leído (que no han sido pocas). Un saludo.
ResponderEliminarSi lo piensas, se tiene que hacer largo, porque ve un minuto con los ojos cerrados por tu casa y se te hará eterno. Imaginar lo incómodo, o lo cruel, o lo violento, o cualquier cosa así necesariamente se hace largo.
ResponderEliminarNo he leído Todos los nombre. Ni lo tengo, aunque sí tengo otros de Saramago esperando ser leídos. Sin embargo confieso que me da pereza: esa costumbre de saltarse a la torera las normas de puntuación hace que solo me anime a cogerlo en momentos muy concretos. Los de Saramago son libros de esos que requieren su momento.