Lo mejor de esta obra de teatro en la edición que he leído es la introducción del
autor, contando cómo fue escrita; y, en especial, su versión de las aventuras
que le tocó vivir en la Guerra Civil.
Es una introducción curiosa, en la que Jardiel Poncela alardea del éxito que
en su día tuvo la pieza hasta el punto de informar del dinero que ganó. Por una
parte resulta divertida, aunque por otra repele la inmodestia. Esto, respecto a
la introducción. La obra en sí es otra cosa, aunque ya se sabe que el teatro leído no tiene nada que ver con
lo que se ve desde el patio de butacas.
La obra
comienza cuando una pandilla de ladrones se dispone a dar un golpe. Justo en el
momento clave aparece la hija de las víctimas, y el jefe de la banda queda
prendado. La operación se suspende, y la pareja pronto se casa.
Pero el
problema de este matrimonio es doble: por una parte, él ha ocultado su pasado
delictivo; por otra, sus compinches se quieren vengar por aquel golpe fallido y
por haberlos dejado después en la estacada, y se aprestan a robar
en la casa del que fue su compañero, que mantiene a uno de la banda como hombre
de confianza (“El pelirrojo”, nombre debido a que fue Fernando Fernán Gómez quien interpretó por primera vez al
personaje). Sin embargo todo se complica, porque los personajes proliferan como
champiñones en un escenario complicado de imaginar, con demasiadas puertas y recovecos, y todos tienen algo que ocultar.
No hace
falta decir mucho más: es una obra de enredo
más que de absurdo, que la abundancia de personajes hace complicada de leer
(qué remedio queda, sino leerla, cuando no se puede ver ya en ningún sitio),
con un humor para mi gusto demasiado
inocente, hecha para entretener más que para criticar o desahogarse.
La
satisfacción del autor con esta obra es, sin embargo, comprensible. Como él
mismo dice, “Nunca es más difícil
conseguir un éxito como después de haber padecido un fracaso”. Concepto de éxito cuando menos curioso, que
equipara éxito a ventas o audiencia, aunque el propio autor se refiere a Los
ladrones somos gente honrada como una obra más comercial que meritoria. Sea como sea, sospecho que la posterior adaptación cinematográfica ha contribuido bastante a mantener el nombre de una obra que, de otra manera, hubiera caído tan en el olvido como otras del mismo autor; algunas mucho mejores e injustamente olvidadas.
Muchas gracias por la reseña. Un saludo.
ResponderEliminarun buen libro me gusto
ResponderEliminarGracias por reivindicar a Jardiel, un saludo!
ResponderEliminarPoned un resumen extenso plis
ResponderEliminar