En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 11 de diciembre de 2025

La enemiga – Irene Némirovsky

 


Creo haber comprado todo lo que se ha publicado en España de Irène Némirovsky, porque escribe fantásticamente. Sin embargo, aún no he leído ni la mitad. La razón probablemente sea que, salvo «Suite francesa», soberbio novelón, el resto (todas novelas cortas) comparten idéntica amargura sin fisuras. La de personas con existencias mediocres sometidas, a través de métodos y circunstancias variables y también mediocres, a la tiranía de personas aún más mediocres pero en posición de dominio. Una amargura constante e íntima que, a diferencia de lo que ocurre en «Suite francesa», ni siquiera tiene la grandeza de los entornos trascendentes que hacen de los personajes peones de la historia. Ni una sola palabra he leído a Némirovsky que pueda calificarse de humorística, triste récord que algunas personas achacan a su desdichada vida, pero al que ni remotamente se aproximan otros escritores también de aciaga de existencia.

«La enemiga» es una de las primeras obras de Némirovsky. La publicó a los 25 años, en 1928, en la revista «Les Oeuvres Libres». Tiene un fuerte componente autobiográfico, señala la sinopsis, y yo añado que aunque es una historia buena y bien escrita se nota la bisoñez de la autora en cierta falta de fuerza que, probablemente, tenga que ver con la necesidad de pulir algunos momentos para darles más nitidez e intensidad, para encontrar la palabra adecuada, que es lo que da brillantez a la concisión.

La novela cuenta la historia de una niña de once años, Gabri, que cuida a su hermana, Michette, porque su padre está en el quinto pino y la madre, Francine, es una irresponsable que se dedica a vivir su vida como si sus hijas no existieran.

Las perspectivas de Gabri son nefastas. Y aún más tras cierto acontecimiento catastrófico que no desvelo para no chafar nada, aunque, aviso, la sinopsis sí lo hace. Es el primer gran giro de la novela, un hecho que se proyecta en la vida de la protagonista en forma de trauma.

El segundo giro, poco explícito pero fundamental para que la historia pueda avanzar, es el cambio en la suerte de los negocios del padre. Esto modifica también la vida y relaciones de la familia, lo cual es tanto como cambiar el rumbo de la narración para conducirla fuera del callejón sin salida que en ese punto se ha alcanzado.

Y, por último, como Gabri ha ido creciendo y Francine envejeciendo, llega un momento en que dejan de ser niña y mujer para ser dos mujeres. Una joven y bonita y la otra acomplejada por las primeras arrugas. Y entonces… Y entonces sucede lo que sabrá quien llegue al final de esta novela.

El desenlace, que tampoco revelo, admite muchas lecturas acerca de qué lo motiva. ¿Traumas? ¿Valores? ¿Amor? ¿Arrepentimiento? ¿Temor? ¿Pero temor a qué o a quién? ¿Quién es la enemiga? ¿Y de quién? ¿O hay más de una?

Si os respondéis a todas estas preguntas sacaréis el jugo que se puede sacar a esta obra, que es digna pero no la mejor de las que he leído de esta autora.


lunes, 8 de diciembre de 2025

Apostillas a «El nombre de la rosa» - Umberto Eco

 


No está de más leer las poco más de treinta páginas de este opúsculo después de leer, o releer, como ha sido mi caso, «El nombre de la rosa».

Umberto Eco no desvela aquí ningún «secreto» de los que se ha dicho que la novela está plagada, aunque sí el arduo trabajo realizado para diseñar el «laberinto» y alguna otra cosilla. Con estas apostillas no pretende aclarar nada sobre la novela pues, como él mismo dijo en múltiples ocasiones, mal libro es aquel cuya interpretación precisa de la intervención a posteriori del autor.

Por eso este librillo es un refrito de aspectos interesantes sobre todo para quienes, además de tener la pasión de leer, tienen el vicio de escribir.

Digo esto porque Eco aborda desde su motivación para escribir la novela y alguna anécdota en relación al diseño, hasta su concepción de la literatura, pasando por el análisis de algunos géneros literarios, como la novela histórica y la negra y de otros múltiples temas, como, por ejemplo, el desmentido de que los personajes tengan vida propia. También se permite reflexiones artísticas o sobre el concepto y papel del postmodernismo. O sobre el humor y la ironía. Y todo salpicado por imágenes de relieves y pinturas medievales que inspiraron algunos fragmentos de la novela.

«Apostillas» dice el título. Y apostillas son. Siempre con una pátina de humor, con extraordinaria brillantez y con la abrumadora erudición del autor.


jueves, 4 de diciembre de 2025

Turbación - Cristina Peri Rossi

 


«Turbación, turbación y más turbación», como decía un personaje de no recuerdo qué obra. Lo digo porque son tres las historias de este breve volumen, porque todas implican para alguno de sus personajes un punto de turbación y porque no sería de extrañar que él indujera más turbación a alguno de los personajes, quién sabe si como vía de escape o como punto de llegada.

El primero de los relatos da título al libro. Es el más largo con diferencia, hasta el punto de que me sorprendió encontrar el segundo. Una mujer de alrededor de cincuenta años, chapada a la antigua y esposa en un matrimonio chapado a la muy antigua acude a la consulta de un psicólogo. Lo que el lector lee son las sesiones, los diálogos.

El psicólogo cumple su papel. Las anotaciones que realiza al hilo de frases o palabras de la mujer son brillantes e iluminan las entendederas del lector haciéndole profundizar en la mente de la paciente de un modo que ni las luces ni la prisa del lector medio suelen permitirlo. La mujer, susceptible a la enésima potencia, cuenta que, liberándose de las ataduras maritales, ha tenido la intrepidez de hacer una amiga, que ha resultado ser una escritora famosa. ¡Y menuda es, la dama! Más lista y más pita… Pero como regocijarse en la amistad probablemente tiene algo indebido, la paciente, dice, se hace la encontradiza para que nadie pueda decir que… Si esa relación es solo amistad o puede ser otra cosa, lo sabrá quien lea la obra. Y quizá lo sepa mejor que el personaje. ¿Será una de esas personas que va al psicólogo para que le confirme lo que se niega a saber?

La segunda historia, mucho más breve, es la de la buena señora que establece con el psicólogo una rivalidad que no va a ningún sitio. Y tal destino alcanza por lo que a ella respecta. A ver si se va usted a creer que tiene algo que decirme sobre mí misma, que he venido aquí a demostrar que no me hace falta estar aquí. En cuanto al psicólogo, aparte de para ganarse la vida esta cliente quizá le sirva para alcanzar el cielo o, al menos, merecer un monumento a la paciencia.

Y, por fin, y hablando de monumentos, el tercer relato nos presenta la conversación de un chaval con su psicóloga después de que el muchacho haya sido interceptado por la policía mientras intentaba tener sexo con una estatua. Sí, has leído bien, hay gente capaz de follarse un trozo de bronce o un piedrolo, siempre que un artista le haya dado la forma adecuada (si también hay quien se pone cariñosón con los simples peñascos, lo ignoro). «Agalmatofilia» se llama el festejo. No seré yo quien niegue que el arte puede estimular cualquier emoción y todo instinto, ni que la «Maja desnuda» siempre ha sido más celebrada que la vestida, y si no me creéis id al Museo del Prado a comprobar cuánta gente contempla cada uno de los dos cuadros, pero de ahí a… Bueno, ahora que lo pienso, de la literatura erótica siempre se ha dicho que es para leer con una sola mano, así que hay arte que provoca orgasmos. Literalmente. Eso sí, los provocados por la literatura erótica suelen darse en la intimidad del hogar y no, como en el caso de este Romeo Agalmatófilo, en mitad de una plaza llena de gente  y de repartidores de pizzas. En cualquier caso, su conversación con la psicóloga es de lo más interesante y reveladora de que hasta los tornillos más flojos pueden llegar a sujetar algo.

Una lectura breve, brillante, divertida y, aunque a veces no lo parece, profunda.


lunes, 1 de diciembre de 2025

La hora de la fuga – Graziella Moreno

 


Me ha gustado mucho esta novela, segunda que leo de Graziella Moreno. Dos son los motivos: un argumento bien tratado y una estructura narrativa que lo potencia gracias a un correcto control de los tiempos y a una no forzada dosificación de la información. Lograr ambas cosas de modo natural no es sencillo.

«La hora de la fuga» casi coquetea con la novela coral. Si en toda novela negra los «buenos» persiguen a los «malos», en esta dentro de cada uno de esos grupos también hay una especie de persecución. Cada uno de los personajes tira de la cuerda de la historia hacia un sitio, y es así, a través de estos movimientos un tanto espasmódicos y no lineales, como lo ocurrido va tomando forma ante los ojos del lector no tanto a través del descubrimiento sino de la progresiva ganancia de  nitidez.

La novela comienza con la muerte de una joven veinteañera recién casada, Noelia, tras caer por el balcón de una vivienda en la zona acomodada de Barcelona. ¡Vaya manera de terminar su noche de bodas! Puede ser un accidente. Pero también un suicidio. E incluso algo más. No está claro porque las primeras informaciones son confusas. La pista que la autora da en la primera página hace que el lector juegue con algo de ventaja respecto a los investigadores, pero no es definitiva y cumple el papel de generar cierta ansiedad: ¿Cuándo diablos se enterará la policía de lo que él ya sabe?

La policía es Tea Valverde. Una mujer demasiado joven para estar de salida y con demasiada experiencia como para ser una recién llegada. Su vida, como muchas veces sucede en este tipo de novelas, no es la juerga padre: el trabajo en el que se refugia de la soledad y de sí misma es, también, causa de esa misma soledad.

Esa necesidad de hacer algo, esa especie de profesionalidad forzada, es lo que hace huir a Tea del espíritu comodón de otros, enseguida dispuestos a dar por bueno el suicidio para seguir rascándose la panza y evitar problemillas e incordios. En ciertos ámbitos no hay como los carpetazos para vivir bien. Pero lo cierto es que en este caso hay cosas raricas, entre las que no es la menor la desaparición de Esther Sampietro, polémica escultora esposa de la fallecida. Y es que hay que admitir que si raro es morirte la noche de bodas, también lo es que la otra media naranja se esfume.

Esther, de la que vamos sabiendo cosillas de su pasado y de su salud mental, fue pareja de Mauro Rovira, exfiscal que malvive milagrosamente en Vallvidrera. Y es que vivir de la literatura, aunque sea mal, es milagroso. Es el único punto de la novela que linda con la fantasía, ejem. Dicha esta tontada, como Mauro no debe lo de «ex» a que su nulo renombre literario le haya permitido prescindir del despertador, infame artilugio, sino a las andanzas de su familia, Tea recela doblemente de él cuando el hombre husmea para saber qué ha sido de Esther: si no es aconsejable que alguien que puede tener información sobre una sospechosa ande metiendo la napia en la investigación, aún lo es menos si el caballero en cuestión tiene sombras en su pasado. Aunque, por otra parte, alguien que ha sido fiscal se supone que sabe por dónde anda, y como no fue él el problemático sino su parentela... Dilemas que a veces resuelven la prudencia y otras el pragmatismo.

    Mauro, en cualquier caso, juega un papel crucial en la novela, porque, aparte de su papel en la investigación, da mucho juego en lo emocional por su relación pasada con Esther, por los vínculos afectivos que aún permanecen y hasta por poder ser una tentación para Tea si al final resulta ser un tipo formalito y de fiar. Y, ya que menciono este tema, aprovecho para añadir que el sexo está latente en buena parte de la novela. Y en algunas páginas, algo más.

    Y con estos mimbres, acudiendo allí donde alguien pueda saber algo de alguien, va fluyendo la información, se van trenzando las relaciones, reconstruyendo pasados, apareciendo nuevos personajes, oscuros y turbios algunos,  se van complicando las cosas, se va avanzando escalón a escalón con capítulos no muy largos que alternan protagonistas iniciales y sobrevenidos y situaciones que el resto de personajes ignoran, haciendo del lector un diosecillo que lo ve casi todo y a casi todos desde arriba, hasta que, al final…

Buen final, que al principio sorprende, aunque en la última línea la autora lo reconduce a la lógica previsible, que no es cosa de cuestionar el principio de la navaja de Ockham sin ganancias de guion. Además, me ha gustado especialmente porque se produce en un lugar casi remoto comparado con Barcelona, y en un poco concurrido local como varios que yo acababa de visitar pocos días antes de leer «La hora de la fuga». En esos últimos párrafos me he sentido en uno de ellos de tal modo que no he tenido que imaginar nada, me ha bastado con recordar.