lunes, 10 de febrero de 2025

La asistenta – Freida McFadden

 


Probablemente nunca hubiera leído este libro si no me lo hubieran regalado, pero reconozco que consigue lo que pretende: entretener.

La asistenta es fast food literario, pero muy buen fast food. Logra captar rápidamente el interés a través de capítulos sumamente breves que abren interrogantes de modo constante para cerrarlos más adelante y abrir otros nuevos de modo que el conjunto de la historia avance a ritmo constante o levemente creciente hacia su conclusión. En estos casos el mérito reside, además de en lo dicho, en que la secuencia de anzuelos no resulte forzada y en que el lenguaje sea neutral; un lenguaje demasiado ambicioso y logrado desembocaría en un «quiero y no puedo» por la falta de profundidad de la historia, y, en el lado opuesto, el de un lenguaje ambicioso fallido, hubiera dado a luz un bochornoso bodrio como algún superventas de lamentable recuerdo que por desgracia leí.

Así que, bien. Lenguaje neutral para una historia sin chicha pero que entretiene y mantiene el suspense hasta el final jugando con el concepto de buenos y malos y la manida y para mí odiosa frase de «nada es como parece».

La sirvienta de esta historia, Millie, es la protagonista, aunque no destacada pues comparte protagonismo con Nina y Andrew, el joven matrimonio Winchester, para el cual empieza a trabajar. Los Winchester, que a priori parecen un encanto, tienen una hija un poco rarica.

En las primeras páginas Millie, una mujer de la que solo intuimos que es joven y guapa, tiene un problema: ¿cómo encontrar trabajo cuando vas hecha un adefesio, no tienes donde caerte muerta y tienes antecedentes penales por un tema bastante gordo? Porque gordo debe de ser para haber estado una década en la trena y andar en libertad condicional. Un asunto feo, sin duda. ¿Pero cuál? La falta de respuesta planea sobre Millie despertando el interés del lector, pues despejar la incógnita dará la medida de sus «capacidades» para salir de los embrollos. Así el lector no sabe si avanza de la mano de una pobrecita oveja descarriada o de una loba feroz. 

Y Millie encuentra trabajo, como ya anticipa el título, en casa de los Winchester. ¡Un chollo! Buen sueldo e interna en un casoplón mayúsculo. Aunque, eso sí, el habitáculo que le reservan es una angosta madriguera. Y sus jefes… Andrew es un empresario al que se le sale el dinero por las orejas, guapísimo, monísimo, bondadoso, comprensivo, cariñoso y adornado por cuantas virtudes puedan desea cualquiera, sea asistenta, pareja, suegra, vecinos o guardia urbano. Nina, su esposa, no es menos pimpante. O al menos así es todo en las primeras páginas.

Luego la cosa cambia, claro, porque si no el libro sería una nadería empalagosa. Nina tiene sus cosillas, vamos a dejarlo ahí. La niña tiene pinta de muñeca diabólica y, por suerte, Andrew sigue siendo el mismo encanto que también parece Millie, aunque sobre ella el lector ya sabe que algo hizo. Y a partir de aquí no voy a contar más para no destripar nada, excepto que, como he dicho antes, se juega con el concepto de buenos y malos gracias a que el lector no conoce las razones de cada cual o, mejor dicho, por el orden en el que se exponen hechos y razones. El suspense es, siempre, una cuestión de orden.

Lo pasé muy bien con esta novela.

       En cuanto al final... Pues a ver... Está el final de la historia y, tras él, una especie de remate, sorprendente, que no casa con lo leído y cuya principal finalidad es avisar al lector de que como el mercado responda habrá segunda parte. Y el mercado ha respondido.

El problema que tengo ahora es que luego me regalaron la segunda parte, y una vez leída La asistenta el margen para la sorpresa desciende brutalmente si uno piensa con lógica, pues ya sabes quién es quién y qué se dispone a hacer. Varias personas me lo han confirmado en las redes. Pero pese a la certeza de pérdida de fuelle creo que leeré la segunda parte en alguno de esos momentos en que la cocorota no te da más que para pasar el rato; además, no todo en la vida es estar transcendente. Sobre la tercera novela los consejos que me han dado son unánimes: no debo acercarme a menos de treinta metros. 

Como curiosidad, en año y medio La asistenta es la segunda novela que leo con una temática similar. La otra fue La inquilina silenciosa, de Clémence Michallon, una novela algo birriosa que también me regalaron.

¿Por qué me regalarán a mí estas cosas?


2 comentarios:

  1. Jajajaja. Hay gente que te quiere y gente que no te quiere bien. Yo tenía razón. Es entretenida ideal para desconectar y mantener la intriga. Besos

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    1. Y mira que es fácil: me regalan un Quijote que no tenga y yo tan contento.

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