jueves, 22 de mayo de 2025

El juez Surra y otros casos sicilianos – Andrea Camilleri

 



Ser devoto de Camilleri tiene dos problemillas. Uno, que además es una suerte: el más famoso escritor siciliano de las últimas décadas ha sido también uno de los más prolíficos. Dos, que quienes en el mundo editorial tienen el «monopolio de Camilleri» siguen la conocida técnica monopolística del racionamiento, para maximizar los ingresos. O, dicho de otro modo, en lugar de venderte un volumen con doce relatos por 25 euros, te venden cuatro de tres relatos a 20 euros la unidad. Una pena, porque demuestra que el sector está más empeñado en escurrir el bolsillo de esos lectores devotos que nos comportamos como cautivos (al menos con el autor que nos gusta, otra cosa si alguno toma represalias contra otros libros de la editorial) que en encontrar nuevos lectores para el autor (el cual, pobre, recibe así el mismo tratamiento que la gallinica de los huevos de oro). Sobre esto último, el más vale pájaro en mano no es tanto un principio monopolístico «técnico» como uno de prudencia empresarial para empresarios cobardicas. Pero, en fin, qué le vamos a hacer.

El juez Surra y otros casos sicilianos debería titularse El juez Surra y otros dos casos sicilianos. Sería más preciso e informaría de la escasez que ha sido disimulada estirando las páginas con un prólogo de Giancarlo De Cataldo, juez penal en Roma y escritor, quien nos cuenta que Camilleri era un tipo muy majo y tan competente que cuando, para no se qué proyecto, De Cataldo le pidió el relato que abre esta «radiante recopilación» (en serio, es la expresión usada) don Andrea no solo le dijo que sí sino que además, sin haber escrito aún la historia, le comunicó el número exacto de páginas que tendría.

El relatico en cuestión, titulado «Demasiadas confusiones», hace la recopilación más radiactiva que radiante, porque no es precisamente lo mejor que escribió Camilleri. Ciertamente es original y revela por enésima vez su increíble talento para encontrar una historia detrás de cada detalle y hacerla interesante, aunque en esta ocasión el papel de la casualidad –que tanto influye en la realidad- es demasiado forzado como para que no se note en exceso. Me refiero, en concreto, en la «broma» de atender una llamada. Demasiado forzada y antinatural (y el resto de coincidencias), y sin ella se cae la historia.

El juez Surra es el título del relato que lo da a la «radiante recopilación». No es tampoco excesivamente original, pues Camilleri escribió otros parecidos. Montelusa (que es a Agrigento lo que Vigàta a Porto Empedocle), 1862. Italia unificada. Llega un nuevo juez que cuanto sabe de la mafia es cero pelotero. Pero es un tipo íntegro y, como todos los tipos íntegros de Camilleri que asumen el protagonismo de sus historias, es también valiente y lo bastante ingenioso para salirse con la suya como «contra su propia voluntad». Además, es un tipo que cae bien, porque es sencillo y tiene tentaciones inocentes, como los dulces, y más cuando descubre los cannoli. En definitiva, un hombre de bien de inmediato amenazado por la mafia que se las apaña para salir airoso y provocar jamacucos de honor con el consiguiente ridículo insoportable para todo buen mafioso. Un relato más cómico que trágico, contado con el sentido del humor típico de Camilleri.

Y en la misma línea el último relato, «El medallón», en el que un anciano labrador solitario, que vive aislado en el monte, es «descubierto» por un oficial de los carabineros con ocasión de un inesperado tiroteo, momento a partir del cual se desarrolla una historia intimista, relacionada con amoríos y sentimientos, también en la línea de otros relatos de Camilleri donde la ternura y la piedad juegan un papel destacado en el auxilio al pobre desgraciado que nada tiene excepto sus sentimientos hechos trizas o sus ilusiones en riesgo.

Tres relatos más salpimentados que radiantes que satisfarán, sobre todo los dos últimos, a los lectores como servidor de ustedes, sin perjuicio de lo dicho al principio.


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