Estupenda novela con, ejem, ejem, estupendo marcapáginas |
Trilogía Los años gloriosos, 2
No leáis esta magnífica novela sin haber leído antes El ancho mundo. Aunque en las 569 páginas (que me he zampado en 72 horas de tanto como me ha gustado) el mundo es bastante menos ancho: la familia Pelletier ha pasado por cierto embudo geográfico que ha situado a los hijos en el París de los años 50 del siglo XX y a los padres aún en Beirut.
Los hijos ya no son cuatro, sino tres, y El silencio y la cólera aborda, sobre todo, la historia de Jean, el inepto, pusilánime, sicópata y acomplejado hermano mayor, y de Hélène, la hermana pequeña, que es una joven periodista con un espíritu moderno, avanzadilla del espíritu feminista desplegado en las décadas posteriores. El otro hermano, François, opera como pegamento en esta novela, como también lo hace al matrimonio Pelletier.
Este pegamento, que no es sino consecuencia de los lazos familiares, es fundamental, porque es el que permite dar unidad a historias independientes que acaban interrelacionadas a través del parentesco.
Quienes hayan leído El ancho mundo (espero que todos los que acometan esta lectura) enseguida recordarán cómo quedaron algunas cosillas en esa novela: ¿qué pasará con Jean y sus raptos de locura? ¿Qué sucederá con sus negocios, comandados por un inútil como él, a su vez presionado hasta el delirio por una esposa ignorante, histriónica y patológicamente dominante? ¿Cómo evolucionará la relación de Françoise con Nine y su carreta periodística? ¿Cómo acabará ganándose la vida Hélène?
Pero El silencio y la cólera nos cuenta, también, la a un tiempo bella y triste historia de un pueblo llamado a desaparecer bajo las aguas de un embalse. Hasta él se va la pequeña de los Pelletier para hacer reportajes, de modo que la novela, girando en torno a esta historia ajena a los protagonistas y con los suyos propios, permite un ir y venir entre las vidas de todos ellos a través de actos y situaciones que van preparando un nuevo escenario emocional que, supongo, será el punto de partida de la tercera novela de la saga. Todo ello, por supuesto, dejando en el lector un hambre atroz de saber más, porque de igual manera que Lemaitre espolvorea magistralmente (¡y sin que apenas se note!) elementos que despiertan la curiosidad y en ansia de saber qué va a suceder, ha dejado para esa tercera entrega cuestiones mollares que no menciono para no estropear la sorpresa a quienes son amantes de ellas.
La escritura, como es lógico (y las expectativas lo agradecen) es hermana gemela de la de la primera novela. A un constante ritmo allegro andante, con un lenguaje claro, llano, muy eficaz y articulado con exquisitez (¿o debería decir elegancia engañosamente sencilla?) Lemaitre logra que el lector viaje por estas 569 páginas a velocidad de crucero, una velocidad adecuada para no perderse nada del paisaje, pero, también, para no tener que ocupar el tiempo despistándose o mirando algo dos veces.
Un libro para disfrutar de la lectura.
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