viernes, 29 de diciembre de 2017

La muerte es una vieja historia - Hernán Rivera Letelier




                El Tira Gutiérrez es el único detective privado de Antofagasta, profesión a la que accedió tras hacer un curso por correspondencia. Lo suyo es espiar adúlteros, pero la novela se inicia con un encargo singular: descubrir al violador que actúa en el cementerio de la ciudad. Más singular es aún su ayudante, una monja interesada en el asunto porque una amiga suya fue víctima, dice, del violador.

                El detective es, como su ayudante, un mero aficionado. El caso les viene grande y actúan tarde y con ingenuidad, aunque con lógica; la hermana Tegualda es, además, una joven tan consciente de sus votos y creencias como tolerantemente irónica y ácida con las bromas de su jefe, además de voluntariosa y decidida. El Tira Gutiérrez es un hombre ya de cierta edad, comodón, un tanto torpe, sin otra aspiración que llegar a fin de mes y, como tantos, dado a la admiración de las mujeres bellas desde la posición de mero espectador consciente de sus limitaciones como don Juan. A lo sumo, se atreve a hacer alguna que otra observación que la hermana Tegualda contesta con una ironía y contundencia desalentadora, muy divertida.

                El conjunto de timidez, torpeza, buenas intenciones y pocas aspiraciones hace que el lector se encariñe de la pareja, por más que la hermana Tegualda responde tan poco al estereotipo de monja que a veces es demasiado personaje y demasiado poco persona. El tono ligero permite, además, que lo escabroso de ciertos hechos no se adueñe del paisaje. ¿Cómo no va el lector a sonreír cuando el principal sospechoso de violar en un cementerio empieza siendo un «muertito»?

   La novela, breve, divertida, con el humor sutil que rodea siempre el fracaso asumido con desenfado, contiene numerosos localismos que hacen colorido el lenguaje. Está escrita con maestría, con gran equilibrio en los tiempos y en el tono, y con una riqueza de vocabulario y un modo de expresión que demuestran que el chileno Hernán Rivera Letelier es un gran escritor. La muerte es una vieja historia aúna calidad y diversión. 




sábado, 23 de diciembre de 2017

Cuando mi sombra te alcance - Carlos Salem





                La sombra de Carlos Salem me alcanzó cuando leí Camino de ida, y ahí sigo, cobijado ahora a la sombra de Cuando mi sombra te alcance, obra que incluye dos novelas, una larga, Pero sigo siendo el rey, y otra más corta, La loca del pelo verde, que transcurre seis años después y que cierra cuestiones relacionadas con el protagonista de la primera, que no con la trama.

                Pero sigo siendo el rey es una historia magnífica en la que el humor, más vinculado al carácter de los personajes que a las situaciones -y las hay divertidísmas- se mezcla con una especie de melancolía que impregna tanto al protagonista (un detective privado, antiguo policía, un tipo duro ligeramente caricaturesco aún enamorado de una mujer de cuya muerte se culpa) como a los personajes secundarios; entre ellos, el Rey Juan Carlos, que en el momento en el que transcurre la historia aún no es «emérito», el cual aborda la vejez desde el recuerdo de una vida forzosamente extraña y desde la alegre inconsciencia de quien confía en que no hay problema del que no se pueda salir.

                El Rey ha desaparecido. El detective debe encontrarlo. O no, porque ni le apetece ni tiene ganas. Y, cuando lo encuentra, debe protegerlo de los mismos que lo buscan, porque… ¿Por qué lo busca tanta gente? Encontrar respuesta es uno de los motores de una acción, pero el principal es saber si los «buenos» van a caer en las garras de «los malos», y es que durante una buena parte el libro es una especie de «road movie» con elementos que, sin salir del humor, están relacionados con el realismo mágico. Más tarde, con la incorporación de personajes de Camino de ida, la novela inicia sus mejores momentos humorísticos, a la vez que la acción alcanza un sedentarismo en lo más conocido de Madrid que se agradece, porque, al igual que me ocurrió en Camino de ida, hay un momento en el que el temor a que los personajes se pasen la novela de acá para allá se hace presente.

                Fenomenalmente escrito, el autor juega a que sea la inteligencia del lector la que aporte lo necesario para reírse, lo cual enriquece el texto. Quizá no lo enriquece tanto esa división del libro en dos historias, aunque solo sea por lo poco habitual, lo cual se remedia con un prólogo-confesión en el que podemos ponernos en el pellejo de Carlos Salem para entender lo importante que para él es la relación con sus personajes. Para ellos más que un escritor es un padre, y por eso ha querido que su sombra protectora alcance todo lo que debe alcanzar para no dejarlos cojos.

                Digo esto porque la segunda historia, La loca del pelo verde, una sencilla trama al hilo de una denuncia aparentemente tonta, que toma personajes de la primera pero nada del argumento, permite dejar al genial detective, José María Arregui, más o menos en paz consigo mismo. Y, por tanto, con su autor.

                Un gran libro cuya lectura merece la pena, y que me ha hecho pensar, una vez más, en lo poco que se valora la calidad cuando rezuma humor. Y Cuando mi sombra te alcance rebosa calidad y humor.




miércoles, 13 de diciembre de 2017

Recomendaciones literarias



De nuevo sin abogado ni nada, he aquí diez recomendaciones literarias. Diez libros que he leído a lo largo de 2017 y he comentado en este blog. Los diez que más me alegro de haber leído.

  Entre todos cuestan un poco menos de 150 euros (en concreto, 147,79 en los enlaces que he puesto). Cualquiera de ellos, y no digamos todos juntos, son un regalo sensacional para cualquier buen lector.

Pulsando sobre el título, la reseña.






























lunes, 11 de diciembre de 2017

Qué está pasando en Cataluña – Eduardo Mendoza




Vistos los sopapos que Eduardo Mendoza está recibiendo en las redes a cuenta de esta breve obra, tengo la sensación de que hay más personas interesadas en que se les dé la razón que en tenerla. Lo digo porque Mendoza no intenta tomar partido, sino que realiza una serie de reflexiones que poco tienen que ver con las más frecuentes en los últimos tiempos: ni habla de la evolución de las cosas desde la Transición ni, como otros, se remonta al siglo XIX para hacer recapitulación del origen del nacionalismo.

Lo que Eduardo Mendoza hace en estas páginas es algo probablemente más útil y, por tanto, más importante en estos momentos, pero también más difícil de digerir porque apela a la conciencia de cada cual y obliga al examen de conciencia y a la rectificación de lo que cada uno hacemos mal. Mendoza analiza, sin ánimo exhaustivo, la idiosincrasia catalana en lo que él entiende que afecta a cuanto está ocurriendo. Inevitablemente, también la del resto de España queda reflejada al menos en lo que a su relación con Cataluña se refiere.

El resultado disgustará a quienes buscan justificaciones para la causa por la que se han inclinado, e incitará a la reflexión de los pocos interesados en comprender antes de opinar.

Un libro que tiene una parte inquietante además de lo que ya de por sí inquieta la conciencia de que cada uno tenemos nuestra parte de culpa y, por tanto, tarea pendiente: la idiosincrasia es, en gran medida, fruto de los miedos, fracasos y complejos más traumáticos, la mayor parte de los cuales traen por causa situaciones históricas que, sin que nos demos cuenta, perviven en nuestro comportamiento décadas o siglos después. El resultado: todas las personas llevamos dentro una semilla de todo lo malo acumulado por la historia, semilla que, cuando se dan las circunstancias propicias, puede germinar arrasando lo que de bueno hayamos sido capaces de crear. El reconocimiento de esa herencia cultural que nada tiene que ver con expresiones artísticas y sí con un modo de ser a su vez consecuencia de un modo de vivir en comunidad, de los méritos y deméritos, de la asunción de clichés y estereotipos, de si el resto nos admira o se burla de nosotros, y de tantas otras cosas, es también una cura de humildad que obliga a reconocer la subjetividad de toda visión. Las sociedades, como las personas, tienen sus traumas y complejos, que son los responsables, en última instancia, de la deriva que esas mismas sociedades toman. En esa deriva influyen, a su vez, otras sociedades con sus propios traumas y complejos. El devenir de las relaciones entre las personas y entre las sociedades viene determinado por los miedos y complejos y, particularmente, por los que afectan a sus relaciones. Por supuesto que las sociedades, como las personas, rara vez son conscientes de ellos.

Una obra breve, muy distinta a cuanto he leído sobre Cataluña en los últimos tiempos, probablemente porque esta obra, más que ninguna otra, intenta, como he dicho antes, comprender. Solo comprender. No tomar partido. Es importante tenerlo claro, porque nadie sale en este retrato tan guapo como se cree.




miércoles, 6 de diciembre de 2017

Confesiones amorosas (más o menos)



Creo que la primera novela de Camilleri protagonizada por Salvo Montalbano se publicó en España en 2003. Aún tardó unos años en alcanzar aquí la fama que en Italia había logrado poco antes, ya septuagenario. Yo lo conocí en 2005, con La temporada de caza, maravillosa novelita editada por Booket que nada tenía que ver con el comisario de Vigàta. La encontré una tarde, curioseando en una librería en Zaragoza, sin haber oído jamás el nombre del autor. Si existen los flechazos literarios, este fue certero. De Camilleri admiro el cariño que vierte hacia sus personajes y el modo en que lo transmite.

Desde entonces he leído treinta y tres libros suyos (unos pocos, más de una vez) y he escrito dos novelas cuya estructura y tono están influenciados por La Ópera de Vigàta, una de las obras de Camilleri que más me han gustado. Quienes las han leído dicen que es lo mejor que he escrito. No sé si aciertan, pero me lo pasé en grande y las tengo en gran estima; si no las he publicado a cualquier precio es, precisamente, porque en la valoración que hago de ellas merecen una suerte que no está en mi mano alcanzar.

En resumen: que lo mío con Camilleri es largo e intenso.

Pero en toda apasionada relación de amor lector-autor siempre hay aspiraciones frustradas. No me refiero a los libros no leídos, que son proyecto y esperanza y no fracaso, sino a los libros imposibles de localizar. Mi cuenta pendiente con Camilleri ha sido La desaparición de Pató.

Supe de esa novela en una de mis primeras conversaciones sobre don Andrea. Alguien había leído la historia de Pató y la ensalzó. Desde entonces he pasado años detrás de ese libro. Más que agotado y descatalogado, se diría muerto y olvidado. Imposible encontrarlo. Ni en papel, ni en ebook, ni en señales de humo. Nada. En ningún sitio. De ninguna de las maneras. He pasado más de una década sin resultado. Nunca me ha ocurrido algo semejante con ningún otro libro. La desaparición de Pató no solo era un título, sino una triste realidad: no había manera de dar con el puñetero Pató. Se había esfumado como si nunca hubiera sido escrito.

Mi única esperanza era que Destino -que publicó la novela en 2002, cuando Camilleri era todavía más desconocido en España de lo que he apuntado al principio- la reeditara. O que la volviera a publicar quien fuera. No ha sucedido. Aún.

                Pero si cuento esta historia de amor no es para quejarme y ver si alguien me consuela, sino porque ha tenido final feliz.

Al amigo que hace años me habló de este libro se lo había prestado otro amigo común cuya biblioteca alcanza tal volumen que no es aconsejable irse a vivir al piso de abajo. Este último amigo, además, presta tal volumen de novelas que tiene otra especie de «biblioteca flotante» de mano en mano dentro de un amplio grupo de amigos; la mayoría de los ejemplares regresan a casa al cabo de unos años (y en similar periplo anda, por cierto, mi ejemplar de La ópera de Vigáta), pero otros se pierden por el camino. La desaparición de Pató parecía haberse consumado, literalmente, en casa de alguien indeterminado. Sin embargo, no era así. El otro día Pató asomó la nariz en las catacumbas de la biblioteca de mi amigo, y él, acordándose de las veces que he llorado por este amor no correspondido, se apresuró a prestarme su ejemplar, con lo cual, además, el vino que estábamos bebiendo paso a saber todavía mejor.
La aparecida
Desaparición de Pató

Aquí tengo ya a Pató, a mi lado. Aparecida su desaparición, espero ya el momento de leer su historia, que no será cualquiera sino cuando tenga tiempo suficiente para disfrutarla sin otras cosas en la cabeza. Pronto, porque se aproximan días de descanso.

Estáis invitados a la boda. O sea, a leer la reseña que pondré aquí mismo.








lunes, 4 de diciembre de 2017

Pon un pobre en tu mesa y otro en tu biblioteca





      Circulan hoy los hashtags #AmoLaNavidad y #OdioLaNavidad. Me reservo la opinión. En cambio, la de Ajonio es evidente. El hombre, como esos pobres que Berlanga puso a la mesa de los ricos en Plácidoestá encantado porque cada año en Navidad acuden a él nuevos lectores que lo invitan a su biblioteca. Tan agradecido queda el pobrecillo, siempre tan solo y olvidado en su asquero… digoooo en su destartalado sex shop, que en agradecimiento nunca roba nada a sus anfitriones, si no es un montón de sonrisas y unas cuantas carcajadas.

          Así que aquí lo tenéis, ya ataviado con sus mejores galas para honrar a quienes vayan a acogerlo estos días en sus bibliotecas.

          Que no os pase nada esta Navidad.



lunes, 27 de noviembre de 2017

El club de los mentirosos – Mary Karr



El club de los mentirosos es una autobiografía novelada que toma su título del grupillo de amigos que se reúnen en un bar de barrio de Texas en los años 60. En esas reuniones, el padre de la protagonista, una niña de siete años, cuenta trolas mayúsculas. ¿Por qué toma el título de ahí? Porque es en esos momentos, en medio de tantos embustes, cuando la niña se siente más auténtica, se siente una más en la pequeña sociedad en la que vive, se vuelve maravillosamente "normal" porque por un instante abandona la vida caótica que sufre a causa de su madre, una mujer con numerosos traumas, impulsiva, depresiva, alcohólica y muchas cosas más que hacen de ella un personaje tan tormentoso como atractivo y al que, a diferencia de lo que ocurre con la protagonista-narradora, solo vamos conociendo muy poco a poco hasta, al final del libro, comprenderla por completo.

Pero ese "club" da título al libro porque a su vez es trasunto de  esa existencia extravagante  y en extremo dura que obliga a la protagonista  a "mentir"; es decir, a fingir ante los demás y sobre todo ante sí misma para intentar vivir con una normalidad que ni disfruta ni siente; finge para ser una más, ante el resto y ante ella misma, para no sentirse excluida, para poder amar a sus padres como supone que ocurre en una familia normal, para huir de la falta de oportunidades, de los dramas cotidianos, de la soledad, del dolor, de la incomprensión... Pero si todo eso está ahí y a pesar de ello o precisamente por ello finge, ¿no es entonces la vida una farsa? Y qué angustia, qué duro y triste vivir una vida que no es real. De ahí el título, que se comprende a la perfección gracias un final potente, duro, emotivo y buenísimo; un final que hace maravilloso un gran libro que su autora escribió para contar la verdad y poder dejar de disimular ante sí misma. El club de los mentirosos lo formamos todos cuando no nos atrevemos a reconocer la verdad porque nos duele o da miedo. El club de los mentirosos es algo más que una autobiografía novelada: es una liberación.

La historia es dramática, Mary Karr entra en detalles sórdidos y de dureza extrema. Conviene recordarlo porque está tan bien escrito, con tanta sinceridad, fuerza, claridad y habilidad que a pesar de lo que cuenta a veces parece un libro de humor. Un gran libro de humor. Con este libro he soltado más carcajadas de las que recuerdo haber soltado con ningún otro, y no porque la autora haya pretendido ser graciosa, sino porque la vida ofrece contrastes y casualidades que, vistos desde fuera, mueven a la risa y, vistos desde el recuerdo, facilitan la comprensión y la reconciliación con uno mismo.

Este libro no es solo un acto de liberación individual, también lo es colectivo, familiar. Admitir la verdad es catártico. Las víctimas de la mentira eran todos los miembros de la familia: la madre, el padre y las dos hijas: la narradora y su hermana mayor, forzada a los diez años a una madurez precoz. Todos ellos eran víctimas de vivir como la sociedad no perdona y trataban de hacerlo como si fueran lo que no eran. ¿Por qué? Porque afrontar la verdad se les hacía demasiado duro y porque vivir en la mentira tiene un efecto contagioso: quien vive en ell, fuerza a quienes le rodean a hacerlo también aunque no se den cuenta.

    El club de los mentirosos no es también un homenaje a la madre de Mary Karr, sino una gran muestra de amor que no dudo que a toda la familia dolió, pero que al final alivió.

El libro fue publicado en Estado Unidos en 1995, pero aquí no ha llegado hasta ahora, editado por Periférica y Errata Naturae, también responsables del "descubrimiento" para España de otro grandísimo libro sobre la figura de la madre: Tú no eres como otras madres.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Leer es muy barato



  
     Que los libros son caros es un lugar común para justificar la falta de lectura. Por eso me permito escribir este articulillo reduciendo el precio de varios libros a un "precio por hora", para que hacernos una idea aproximada de si en verdad leer es o no caro.

     He considerado que el lector medio de un libro medio puede leer cuarenta páginas por hora, y que todas las páginas tienen más o menos la misma extensión y sencillez o complejidad. Hubiera preferido disponer del número de palabras en vez del de páginas, pero no creo que las cifras desvirtúen el resultado. De todos modos, si quieres poner objeciones te ofrezco un par: una novela puede multiplicar o dividir su número de páginas sin más que maquetarla de un modo u otro, y no es lo mismo leer a Dan Brown que las elucubraciones de Kant. Bien. Vale. Por eso apelo a la comprensión sobre la necesaria simplificación, porque si simplificación es la estadística, imaginad esta improvisación.

     El número de páginas lo he sacado de la web de La Casa del Libro y los precios son de Amazon.

     He elegido libros conocidos "caros", es decir, en edición "no de bolsillo" (entre los cuales me he permitido incluir uno de los míos, porque he sentido curiosidad por ver sus cifras). Una horita de lectura sale, de media, a 1,82 euros, y a solo 94 céntimos si estos libros se leen en formato electrónico. Si los libros elegidos hubieran sido de bolsillo, el coste por hora sería poco más de la mitad. 

     Si un libro lo lees dos veces a lo largo de tu vida, esas cifras se dividen por dos. Como también lo hacen si lo lee alguien más en tu casa o se lo dejas a algún amigo. Mi ejemplar de Patria lo han leído cinco personas, así que compartir tiempo con Fernando Aramburu ha salido por estos lares a menos de 27 céntimos la hora. Decirlo casi produce vergüenza.

     Echad cuentas y comparad cuánto cuesta una hora en un bar, en un restaurante, ante una programación televisiva de pago, en un concierto y... ¿Y a que no? ¿A que leer no es caro? A ver quién defiende que leer es caro.
     
     Aquí dejo en enlace a Amazon de los libros que he citado para que puedas comprobar el precio:



lunes, 20 de noviembre de 2017

Secretos imperfectos - Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt



Serie Sebastian Bergman, 1

                               Escribir a dúo es tan complicado que suele estar abocado al fracaso en la mayoría de las ocasiones, pero, cuando las cosas se hacen bien, como en el caso de este libro, el éxito no suele andar lejos.

                Secretos imperfectos no es un novelón por nada que tenga que ver con el modo de expresión, pero sí una novela de trama cuidadosamente elaborada y de personajes también mimados por los autores. El objetivo, a la vista de lo que los propios autores señalan, no era solo escribir una novela de éxito sino también iniciar una saga de éxito, la del psiquiatra criminal Sebastian Bergman. Van camino de lograrlo.

                El motivo es lo equilibrado e interesante de los dos mundos que corren paralelos y el modo en que se mantiene el interés alternando las narraciones de cada mundo de forma que la dosificación de información no resulte forzada. El primer mundo es el del caso a resolver. El segundo, la presentación de los personajes principales, mundo, a su vez, dividido entre el de «la gente normal» y el de Sebastian Bergman.

                Este personaje está claramente inspirado en la caterva de gruñones desagradables que tiene por más famoso representante a un personaje televisivo: el doctor House. Bergman, que arrastra un pasado traumático en lo familiar tanto con sus padres como con su esposa y su hija, está solo en el mundo, pero si es patológicamente egoísta e incluso tiene un notable punto maligno, no se debe tanto a ese pasado como a algo que no es posible determinar, pero que se reduce a «Bergman es así». Estos personajes son muy agradecidos lo mismo para la literatura que para el cine o la televisión, pues no hay escena donde no puedan lucirse insultando, humillando o tocando las narices al más pintado. Es más: cuanto menos motivo haya para hacerlo, más atrae que lo hagan. Unamos a eso que al caballero, sin ser un Adonis pues ya tiene unos añitos, sobrepeso y una figura anodina, se le da muy bien la seducción y dispara a todo lo que se pone a tiro, y con este panorama comprenderemos la vidilla que da Bergman a cada página donde aparece y las aventuras de sus compañeros de historia para desenvolverse con normalidad en el caos que Bergman genera. Además, claro está, el «loco» debe tener una pizca de genialidad para ser soportable pues, de otro modo, todos lo mandarían al diablo y allí se terminaría la historia.

                ¿Y de qué trata esta novela?

                Del asesinato de un adolescente en la ciudad sueca de Vasteras. Un asesinato que parece una cosa y acaba siendo otra sin que la evolución resulte artificiosa, porque son los datos que van obteniendo los investigadores los que hacen evolucionar las cosas de forma constante a lo largo de la novela en un proceso en que el lector, como un investigador más, va reconstruyendo la realidad con los fragmentos de información que van llegando, y haciendo elucubraciones y cometiendo errores similares a los que terminan cometiendo los personajes. De esta forma evolucionamos desde un comienzo interesante a un final buenísimo, pasando por algunas páginas en las que se tiene la sensación de que todo está estancado, lo cual posiblemente sea un mérito, porque eso es también lo que sienten los personajes.

                No voy a comentar la trama en sí, porque anticipar cualquier cosa de lo que sí o de lo que no puede hacer perder interés en esta novela, y en ella el qué tiene una importancia superior a la habitual por lo que he dicho al principio sobre el cómo. Solo diré que, en consonancia con la profesión del protagonista, son claves para la evolución de la investigación las reflexiones acerca del modo de actuar de las personas, reflexiones todas ellas certeras y sencillas, lo que las dota de un realismo innegable y ayudan a que el lector se meta en la historia, porque son tantas las cosas que no sabemos que sabemos... 

          Una lectura interesante, entretenida, sin alardes psicológicos más allá de las reflexiones del protagonista sobre la motivación de las personas, una novela en la que no se nota la frescura del genio, pero sí los resultados de un trabajo concienzudo y bien hecho con un fin principal: crear un producto literario comercialmente digno.

Nota: he leído la primera edición, en Planeta. Un tocho de más de quinientas páginas. Veo en Amazon que a partir del nueve de enero de 2018 estará en edición de bolsillo en Booket por 9,45 euros. De esta última pongo el enlace.




miércoles, 15 de noviembre de 2017

Qué vergüenza - Paulina Flores




Qué vergüenza es el título del primero de los nueve magníficos relatos que componen esta obra de Paulina Flores (Chile, 1988).

                Los ocho primeros son de una extensión similar; el último, casi una novela breve. Pero todos tienen algo en común aparte de la maestría con que están escritos y de ofrecer desenlaces inesperados que dotan de un significado nuevo, y más profundo, a lo leído hasta entonces: no encontramos historias con principio y final, sino «cortes» en la vida de las personas que se bastan para convertirse en una historia con principio y fin inmensa en otra más amplia de la cual traen y a la cual aportan un significado que explica unas veces el principio y otras el final. Historias breves que explican otras más largas, solo indirectamente conocidas a través de la lectura, que a su vez permiten comprender mejor lo que leemos.

                Esa forma de escribir dota a cada relato de una sensación de movimiento: o va a pasar o acaba de pasar algo y, por tanto, los personajes se encuentran en la tesitura de decidir qué hacer, o cómo abordar, o cómo soportar, aunque nunca acaba de pasar todo porque la vida solo es sentir.

                A cada página encontramos personajes vulnerables obligados a buscar su propia fortaleza, aunque a veces no pueda consistir más que en un «aprender a soportar». A cada página, también, encontramos historias llenas de sinsabores, miedos y fracasos, historias duras pero no desagradables porque están contadas desde la comprensión y una fina ternura que se mezcla con una ironía muy sutil, la de quien ofrece una sonrisa de comprensión ante la incapacidad del ser humano para llegar a ser lo que le gustaría ser. En ese sentido, el título del libro, por más que sea el del primer relato, es significativo: qué vergüenza. Qué vergüenza dan tantas cosas. Qué vergüenza verte en según qué situaciones, ante según qué actos, qué íntima vergüenza, siempre, no ser capaz de más.

                Una lectura enriquecedora cuyo único problema es el de todos los libros de relatos: que siempre hay alguno que se apodera del resto en el recuerdo del lector, aunque quizá la gracia de estos libros sea precisamente esta: ver qué se nos queda en la memoria, aunque lo mismo puede anclarse en ella por los méritos de quien lo escribió que por cómo las vivencias propias condicionan lo que nos impacta.



viernes, 10 de noviembre de 2017

Agradecimientos en el día de las librerías




          Hoy es el día de las librerías, y Ajonio Trepileto y yo queremos dar las gracias especialmente a tres de ellas.

          La Librería Anónima, en Huesca, Premio Librero Cultural. La Anónima acogió la primera presentación de mis dos novelas. La primera. La más emotiva.

La Librería Anónima.

          La Librería Perruca-Senda, de Teruel. Presentar mis novelas en mi tierra, ante los míos, y sentir el vértigo de hacerlo en una librería fundada en 1890, mucho antes de que fueran escritas obras que se han hecho clásicos universales desde las estanterías de librerías como Perruca, fue un privilegio.


Imaginad, si podéis, la cara que se me quedó en cada una de las presentaciones cuando llegué y me encontré estos escaparates.

          La Librería Central, una de las más importantes de Zaragoza, que apoyó mis novelas con entusiasmo y también acogió sus presentaciones. En la clasificación que entonces había en su web fue la primera vez que vi a Ajonio en lo más alto de algún sitio distinto de una tapia, y el trato que le dispensaron fue para mí la mejor forma de comprender la importancia que tiene para un libro ser visto, pues sin ver ningún lector hubiera sentido amor a primera vista, ni a segunda, ni a tercera, ni a cuarta: para desear leer un libro, es preciso saber que existe.

La Sala Cultural de la Librería Central también vivió las presentaciones de las dos novelas.


          Gracias también al resto de librerías que de una u otra manera me han acogido a mi en presentaciones y ferias, y a mis novelas en sus escaparates y estantes.

          Espero haber correspondido a todas haciendo pasar un buen rato a sus lectores, que al fin y al cabo de eso va este negocio: de hacer disfrutar a sus clientes.





jueves, 9 de noviembre de 2017

Entre culebras y extraños – Celso Castro



                
                Entre culebras y extraños combina la calidad con el interés y la brevedad. Contada en forma de monólogo algo amargo a través del que el adolescente y anónimo narrador se dirige al lector, conocemos a un chaval con ínfulas que ha leído y trata de tú a tú a grandes filósofos –sobre todo a Schopenhauer- pero que, en realidad, está perdido en la vida y refugiado en lo más hondo de su propio yo, parapetado tras la enfermedad unas veces real y otras no tanto, para digerir su propia vida y también la muerte de su padre. Su único contacto con el mundo exterior es su hermana mayor y, sobre todo, una novia, Sofía, única persona en la que confía y a la que ama –bien que sea un cascarrabias- y respecto a la que tendrá que enfrentarse a un dilema que ni él ni el lector esperan, y que a media obra da a la historia un giro psicológico enorme.

          El padre muerto al que poco se menciona pero cuya falta se hace notar, la madre, la hermana, la novia y, sobre todo, cómo los ve a todos un adolescente dependiente de presencias y ausencias conforman la novela. Precisamente que su protagonista esté abriéndose al mundo, permite que el autor ofrecer una panorámica breve pero intensa de esos miedos y sentimientos que nacen en la infancia y nos acompañan siempre tras pasar, mejor o peor, por ese cedazo que es la adolescencia y que antecede a la madurez. Es ese siempre el que hace de Entre culebras y extraños un libro para adultos en el que tratar de reconocerse en las inseguridades y absurdas seguridades del adolescente que cada uno fue.

                      A pesar de la particular utilización (o falta de ella) de ciertas normas ortográficas, se lee sin dificultad, con agrado y atención, porque logra captarla siempre. La calidad se ve en todas partes: en el lenguaje, en la proporción, en el ritmo y, sobre todo, en la forma en que se tratan temas profundos y complejos, como lo es la relación del protagonista con su propia vida, con la muerte y con lo que sabrá quien lea esta magnífica novela que tiene un poco de muchas otras clásicas.




domingo, 5 de noviembre de 2017

Hotel Savoy - Joseph Roth




          Al término de la Primera Guerra Mundial, un combatiente de regreso a su hogar se detiene en el Hotel Savoy para alojarse durante algún tiempo mientras contacta con un pariente rico del que espera obtener un poco de dinero para seguir adelante.

          A partir de aquí, con una prosa concisa y un tono de «realismo etéreo» vemos cómo el personaje se desenvuelve en el trasunto del mundo que es el hotel, donde las primeras plantas, las más lujosas, están reservadas a clientes pudientes, y las habitaciones y condiciones de vida, como en el mundo, se van deteriorando y los derechos esfumando conforme se alejan de donde está el dinero. Explotando la miseria e intentando explotar el dinero sin dejarse explotar por él, está el poder, siempre misterioso, encarnado en los dueños del hotel a los que nunca se ven, como ese poder omnímodo que condiciona la vida de las personas y hasta acaba con ella sin que nadie llegue a entender de dónde sale, por qué existe y cómo le alcanza. Completan la novela un buen número de secundarios que más que personajes son hechos por cuanto representan en función de cómo ha sido y es su vida.

          Lo que en común tienen todos ellos, quizá también como trasunto de lo que implica una guerra y de lo que quiere denunciar Roth, es la soledad. Cada persona solo se tiene a sí misma independientemente de sus circunstancias. Lo vemos en todas las relaciones y en todos los personajes: desde la mutua atracción entre una cabaretera y el protagonista, que queda en nada por la conciencia de las circunstancias de ambos, hasta el pariente rico que dice no serlo, o el camarada revolucionario que está en todas partes y en ninguna, amén del payaso que vive y muere en las circunstancias más tristes, con un burro por deudo más dolorido, o el ascensorista que controla todo y hace préstamos -o, mejor dicho, acepta empeños de equipajes-, desde todos ellos al pobre loco de la lotería y hasta el multimillonario que es recibido como un mesías, todos están espantosamente solos porque todos están pendientes de algo, de alguien, de que fuera de ellos ocurra algo que cambie su vida: un golpe de suerte en lo económico los que nada tienen; un golpe de suerte en lo afectivo quienes tienen un dinero que, en el fondo, les aísla. Y, en medio, el pariente del protagonista, hijo del rico, que trata de birlarle a la cabaretera. Un bont vivant que, en el fondo, tampoco deja de buscar algo que dé sentido a su vida y lo saque de la soledad aparentemente engañada por su estilo de vida.

          El ambiente, a medias metafórico y claustrofóbico.

          La novela, una de esas lecturas donde es más sencillo aprender que relajarse.


jueves, 2 de noviembre de 2017

Cumpleaños




                Estos días se cumplen tres años desde que La terrible historia de los vibradores asesinos apareció en ebook, tras su publicación en 2011 por Mira Editores.

                Con la excepción de seis o siete días, todo ese tiempo, ¡tres años!, ha estado en el top 100 de humor de Amazon en España, y apenas ha salido de esa misma clasificación en Alemania, Francia, Reino Unido o Italia. En este tiempo la novela ha alcanzado el Nº 1 en esa clasificación en seis países, y en casi todos ha reincidido; las últimas veces, hace unos días, en Italia y Reino Unido. En otros ha alcanzado con holgura y repetidamente los puestos más altos. Los resultados de la edición en papel en FNAC o Librería Central, no los voy a repetir otra vez.

                En los últimos tiempos la novela frecuenta posiciones más alejadas de la cima, cuando escribo esto, por ejemplo, está la 32º, ¿pero de qué me voy a quejar si la vida media de un libro oscila entre uno y tres meses? Seguir ahí, entre los más vendidos, a pesar de las docenas de millares de libros que han aparecido en estos años, es para estar satisfecho.

                Mis posibilidades de dar a conocer la novela entre los lectores potenciales son próximas a cero, por lo que atribuyo estos buenos resultados a las recomendaciones de quienes la han leído.

                A todos ellos, y a quienes desde el desinterés me han apoyado alguna vez, GRACIAS.



jueves, 28 de septiembre de 2017

Escucha, Cataluña. Escucha, España – Josep Borrell, Francesc de Carreras, Juan José López Burniol, Josep Piqué





          Cuatro voces cualificadas, de orígenes profesionales y políticos distintos y con trayectorias diversas, aportan en este libro su visión de la situación planteada en Cataluña, ofreciendo un catálogo de causas, haciendo un esfuerzo notable por sacar a la luz la verdad entre tanta mentira como circula y, en ocasiones, comprometiéndose con unas propuestas de solución que en tres casos pasan por una versión u otra del federalismo.

          Voy a realizar una breve referencia a lo que cada uno expone y cómo lo hace y, a continuación, citaré las conclusiones que en conjunto es fácil sacar sobre la postura más o menos común de todos ellos.

          Josep Borrell, con una capacidad expositiva brillante, analiza de forma crítica, siempre apoyado en datos de los que cita la fuente, cómo han ido las cosas desde la Constitución; lo hace de forma enfática y con una vehemencia que se contagia al lector. Aunque resulta muy llamativa la forma en que desmonta algunas de las mentiras en circulación, lo que más me ha interesado de su planteamiento, aunque ya lo conocía, ha sido la explicación de un concepto –el de nación- sometido a debate en todo el mundo desde que surgió, las diferencias entre nación y estado (una nación no presupone ni origina un estado aunque la historia sí nos dice que con cierta frecuencia los estados han originado naciones) y el repaso que hace de algunas cuestiones que permiten clarificar la postura oficial de su partido, o al menos la que consta por escrito, compleja pero lógica cuando uno lee las palabras de Borrell, e increíblemente mal explicada en los medios de comunicación por los responsables de hacerlo. Esa diferencia entre nación y estado en los términos en que la plantea Borrell es conveniente tenerla clara, porque esa  diferencia es aceptada tácitamente en buena parte de lo que luego cuentan los demás autores.

          Francesc de Carreras parte desde más atrás, desde el siglo XIX. Ofrece su visión desde una perspectiva liberal, esto es, desde la que asume que el papel esencial de todo gobierno, nacional o autonómico, debe limitarse a garantizar la libertad del individuo en todos los órdenes. Desde este punto de vista, el denominado «proceso de construcción nacional» (el conjunto de acciones en medios de comunicación, educación y cultura que a lo largo de la democracia han tendido a fomentar, desde la Generalitat, los elementos identitarios catalanes) merece un juicio aún más duro que el de Borrell. Su exposición es también muy clara y rica en datos de los que siempre se cita la fuente.

          López Burniol hace un análisis, también desde el siglo XIX, quizá menos metódico y algo más confuso, dando por hechas algunas cuestiones que seguramente harán dudar a quien no las tenga asumidas; pero incluso con todas esas dudas, al final, viendo el modo en que se han cumplido algunos de sus vaticinios (lo escribió en mayo) y ante lo catastrofista de alguno de sus miedos, el balance es más que interesante.

          Finalmente, Josep Piqué firma la intervención más corta y, también, la que menos fuentes documentales cita, porque se trata de un análisis más apegado a la actualidad de los últimos años aunque no renuncia tampoco a hablar de los orígenes del catalanismo político. De los cuatro es el que tiene una visión más condescendiente con el «proceso de construcción nacional» y el que en su propuesta de soluciones utiliza conceptos más difusos (como atribuir a Cataluña la condición de «sujeto político», creo recordar). En cualquier caso, su aportación es también muy interesante.

          Las conclusiones globales que es fácil sacar, cada una de las cuales suscitan el consenso si no de los cuatro autores si casi siempre de al menos tres, son:

         -Los cuatro están decididamente en contra de la independencia de Cataluña y, tanto o más, de saltarse un ordenamiento jurídico democrático para hacer valer, por la fuerza de los hechos, cualquier pretensión; comportamiento que sitúa inequívocamente fuera de la democracia a quien lo practica.

          -El término nación no es igual al del estado, y una nación no presupone un estado. El derecho de constituirse en estado (esto es, el derecho de autodeterminación, íntimamente vinculado a la idea de soberanía) solo es reconocido por el Derecho Internacional en casos que claramente no se dan en Cataluña.

          -El concepto de nación no ha sido aclarado por la literatura política desde el siglo XIX, no hay una definición de nación comúnmente aceptada, pero el realismo obliga a aceptar que el sentimiento de pertenencia a una nación es más emocional o sentimental que fruto que una determinada historia o de unas relaciones jurídico políticas concretas, lo cual no lo hace menos real y sí impermeable a argumentos históricos y jurídicos, lo que afecta directamente al modo de hacer política. Esto es, de dialogar y relacionarse en la búsqueda de soluciones a los problemas.

          -Que una comunidad no tenga derecho, según el Derecho Internacional e interior, a tener estado propio no significa que no pueda ser una nación, entendida esta teniendo en cuenta lo dicho antes. El término nación asusta a muchos por confundirlo con el de estado o con el de soberanía, pero cuando la Constitución habló de «nacionalidades y regiones» en su artículo 2 quería decir «nación» (en palabras de uno de sus padres, Peces Barba), y ese sentido ha sido mantenido y asumido en casi todos los ámbitos jurídico políticos, aunque el público haya permanecido ajeno a este hecho.

          -Todo nacionalismo tiene como última meta, consciente o inconsciente, tácita o expresa, la independencia. El denominado «proceso de construcción nacional» desarrollado desde los gobiernos de la Generalitat a través de su influencia en educación, medios de comunicación y cultura ha provocado una fractura social en Cataluña que (a la vista de los resultados electorales analizados por poblaciones y barrios en Barcelona capital) tiene una doble vertiente: económica y étnicolingüística. Ambas se superponen.

          -Ese «proceso de construcción nacional» ha tenido, entre otros, un muy concreto «éxito» para los nacionalistas: fuera de Cataluña la inmensa mayoría de los españoles equiparan «catalán» a «nacionalista», y apenas piensan en los catalanes no nacionalistas; ni se ponen en el lugar de estos ni, por tanto, los comprenden o apoyan; fuera de Cataluña, donde no tienen una influencia determinante porque no gobiernan, los catalanes no nacionalistas no existen. Por tanto, no se sienten tenidos en cuenta ni defendidos por quienes, en teoría, deberían hacerlo, lo cual ha tenido, y tiene, consecuencias tanto en la representatividad de los partidos nacionales en Cataluña como en la deriva de una parte de esta población hacia posiciones nacionalistas.

          -La visión de España y Cataluña que tiene el nacionalismo está obsoleta: no ha cambiado desde hace muchas décadas. Sin embargo, la estructura social –en lo económico y en lo etnolingüístico- ha cambiado radicalmente en Cataluña por la avalancha inmigratoria de mediado el siglo XX. Y tampoco España es la ya que era: durante mucho tiempo Cataluña fue la zona más avanzada, pero en las últimas décadas el desarrollo en el resto de España ha sido muy intenso y eso hace que las diferencias sean ya muy pocas y que algunas regiones hayan superado a Cataluña. Ni España ni Cataluña son en el siglo XXI lo que fueron en el XX ni mucho menos en el XIX. Son realidades no solo distintas a lo que fueron, sino incluso opuestas. Hay una visión viciada no solo de España hacia Cataluña por lo que he dicho en el punto anterior, sino también desde el nacionalismo catalán hacia España.

          -Junto a la fractura social apuntada, se hace también un duro análisis del papel de todos los Gobiernos estatales en la democracia, los cuales prácticamente no han comparecido, dejando en una situación de desamparo a esa parte de la sociedad que por unas razones u otras no se sentía vinculada al nacionalismo. De ahí que, al decir de los autores, haya actualmente dos tipos de nacionalistas y/o independentistas: aquellos que lo han sido desde siempre por convicción y aquellos otros, recuperables para la idea de España, que han cambiado su posición por sentirse agraviados o, al menos, desatendidos.

          -Esa atención (o reivindicación de su posición, papel, opinión y aspiraciones) pasa siempre por el respeto a los nacionalistas (a los que cabe exigir idéntico respeto), pues de otro modo no se facilita la convivencia que, al final, es de lo que se trata.

          -Al margen de las responsabilidades jurídicas que debe acarrear el incumplimiento flagrante de las leyes para quien lo comete, es obvio que se ha llegado a un punto de enfrentamiento social que obliga de forma urgente a buscar soluciones dialogadas, pues una solución donde media sociedad de imponga a la otra media nunca será tal.

          -El diálogo ya no puede ser ni informativo ni dialéctico, porque ya está todo dicho desde hace años, sino transaccional. Esto es: para que todo el mundo esté conforme nadie puede quedar plenamente satisfecho. Es preciso ceder.

          -También es preciso que quienes defienden la unidad de España formen y expliquen su discurso con respeto, inteligencia y, por encima de todo, constancia.

           -La opción más considerada es el avance a una España federal (tres de los autores se muestran partidarios), entendiendo por tal (esto no lo explican demasiado claramente) un reparto de competencias (que ya no puede ir mucho más allá del actual porque España ha superado con mucho la descentralización de otros países federales) donde todos los federados están en igualdad de condiciones (lo cual no gusta al nacionalismo), donde están claramente definidas las funciones del Estado (cosa que ahora no ocurre porque el «modelo autonómico» ha ido cambiando por la posibilidad de transferir competencias vía ley orgánica sin otros límites que los a veces ambiguos del art. 149 de la Constitución) y, sobre todo, implica una organización donde deberá existir algo fundamental y que ahora no existe: un mecanismo institucionalizado de planteamiento y resolución de propuestas y conflictos políticos (para los conflictos jurídicos está el Tribunal Constitucional); ese mecanismo normalmente implicará un cambio radical del Senado, para acercarlo al modelo alemán, lo cual exige reforma constitucional; y esto es así porque lo que ahora tenemos son mecanismos “alegales” por falta de regulación y, por tanto, ineficaces para imponer soluciones; a falta de él hay negociaciones bilaterales, Conferencia de Presidentes..., mecanismos que, por carecer de normas de resolución de conflictos, favorecen el mercadeo y el bloqueo estratégico.

          -No resultan admisibles las diferencias de financiación entre autonomías, la cual se mide en financiación per cápita corregida por ciertos factores demográficos. Las actuales diferencias (en las que Cataluña sale levemente perjudicada pero no más que otras comunidades autónomas) se deben a haber sido pactados los sistemas sobre variables políticas y no técnico económicas. Es preciso garantizar también el «principio de ordinalidad» (quien aporta no puede quedar, como consecuencia de dar, peor que el que recibe). En el correcto diseño de la financiación hay una interferencia notable: los sistemas navarro y vasco, que no solo recaudan todos sus impuestos sino que, además, por los servicios que el Estado presta allí están pagando menos de lo que cuestan (el cupo), siendo ambas, por tanto, las comunidades mejor tratadas con una diferencia abismal, y afectando a las posibilidades de reparto para el resto.

          -El ejercicio verdaderamente autónomo de las competencias propias exige autonomía financiera, lo que enlaza con lo anterior. Es preciso alcanzar esa autonomía financiera sin menoscabo del mercado único y, también, sin mengua de eficacia recaudatoria, pues de otro modo todas las comunidades estarían peor. No se apuntan fórmulas, salvo la Agencia Tributaria compartida que cita López Burniol, y parece que la cita solo para Cataluña porque una de las opciones que él considera es el «federalismo asimétrico», fórmula, la del federalismo asimétrico, muy parecida a una de las que considera posible Borrell aunque acaba decantándose por otra.

          -Por último, en opinión de los autores parece claro, también, que las competencias exclusivas sobre los elementos identitarios deben corresponder a Cataluña. Esto es, lengua, educación y cultura. Otra cosa, claro está, es cuál sea la acción de gobierno sobre estas materias y el juicio que merezca.

          En resumen, una apuesta por un diálogo complicado para tratar de salvar una situación que a llegado a un punto de fractura social, es decir, de enfrentamiento, con los enormes peligros que eso entraña.