Magnífica novela negra
centrada en Bilbao, a finales de la primera década de este siglo, en plena
tregua de ETA. Allí, un policía nacional recibe un extraño encargo: investigar
la desaparición de una adolescente. Todo apunta a una fuga voluntaria, pero lo
extraño de la misión radica en que el asunto es competencia de la policía
autonómica, y, para colmo, el policía está destinado en extranjería, un
departamento que nada tiene que ver con esos asuntos. Todo apunta a que el
comisario conoce al padre, y la vinculación a extranjería se viste con que la
chica, a pesar de ser de nacionalidad española, es de origen extranjero.
La primera noche el policía
hace lo normal en estos casos, y eso le lleva a averiguar que el padre, antes
de ser un rico empresario estuvo en la cárcel por diversos asuntos. Pero quien
de verdad le impacta es la madre.
Cuando al día siguiente le
comunican que la chica ha aparecido, el policía se resiste a dejar la
investigación (que, recordemos, difícilmente era competencia suya) solo para
seguir viendo a la madre. Cierra
formalmente el caso, pero sigue investigando por su cuenta, lo que
compatibiliza, al igual que casi todos sus compañeros, con trabajitos en negro
en una agencia de detectives. Trabajitos ante los que los superiores hacen la
vista gorda.
El asunto se complica cuando
poco después la niña es asesinada. El policía, sin esperarlo, se ha metido en
un lío: el informe con el que cerró el caso no refleja todas las actuaciones
que ha hecho. Las omitió porque no es competente para investigar, y porque las
hizo a su aire solo por ver a la madre.
Es así como el personaje se
pasa a ser, sin pretenderlo, parte actora del crimen, convirtiéndose en una
suerte de potencial víctima inocente. O no tan inocente, porque no repara en
huir hacia delante sin sujeción a norma de ningún tipo.
Todo transcurre, además, en
un tenso ambiente entre la policía autonómica y la nacional; y entre los
policías nacionales entre sí, que a cuenta no se sabe si de las aspiraciones o
de los trabajitos para la agencia de detectives, pocas razones tienen para
confiar los unos en los otros. Un ambiente desagradable, donde nadie es amigo
de nadie, donde todos ocultan algo a todos. Donde el cumplimiento del deber a
menudo choca con los intereses personales, donde el terrorismo, además, crea
dos clases dentro de la policía (estar en la antiterrorista o no estarlo)
aunque de una forma u otra acaba afectando a todos.
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