Quienes de vez en cuando escribimos literatura de humor nos topamos con un problemilla desconocido para el resto de los mortales: las clasificaciones de las librerías no distinguen entre literatura de humor y libros de humor. Y así, como cualquiera puede comprobar en Amazon, FNAC o donde se le antoje, ocurre que bajo el epígrafe “humor” Cervantes o Quevedo, u otros más recientes como Sharpe, Wodehouse o Mendoza, por citar autores consagrados, conviven con creaciones humorísticas que nada tienen que ver con la literatura, por más que estén impresas o puedan llegar a ser muy divertidas. Una mezcla comprensible por razones de exposición, pero que en nada beneficia al humor como género literario.
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